Ante las pérdidas, una de las más dolorosas es la muerte de un ser querido. Es un golpe duro en el que aunque sabemos que llegará y que la muerte es lo único cierto en la vida, aún así, no es algo para lo que estemos preparados.
No podemos aprender a vivir con algo que aún no ha sucedido, pues el aprendizaje viene después de la lección. La muerte es una de las mayores lecciones de vida, y cuando es la de uno mismo la última y más importante de todas, porque en ese momento nos graduamos.
El ser humano le tiene un gran temor al dolor y por ello bloquea emociones a ver si de alguna forma podemos despistarlo y que no nos toque, pero desde que existe vida, existe dolor. Éste es inevitable, el dolor es un síntoma de que estamos vivos.
Y debido a este temor, la pregunta más frecuente de un doliente ante la pérdida es ¿Dejará de doler algún día?
Y aquí he de decir que quizás nunca deje de doler, pero si nos comprometemos con nosotros mismos desde el amor y la responsabilidad de crecer y seguir adelante reintegrado esto que nos pasó puedo decir que dolerá, pero ese dolor no controlará tu vida. La ausencia duele y es una carga pesada, nunca nos acostumbraremos a vivir sin la persona que murió, pero sí que podemos aprender a sentirla no desde el plano material, sino desde el espiritual comprendiendo que la energía no se destruye, se transforma y está en todas partes.
Sanar después de una pérdida no significa que desaparezca la tristeza. Sanar tiene que ver con la actitud ante lo que pasó y lo que voy a hacer con eso, dónde lo voy a colocar y desde donde quiero actuar a partir de ahora.
Sentir la ausencia no es incompatible con volver a ser felices, la cuestión es ¿Qué voy a hacer con esa emoción cuando aparezca? ¿Dónde la voy a colocar?
Porque si bien es cierto que no siempre podemos controlar lo que sentimos, sí que podemos elegir qué hacer con eso, gestionarlo y colocarlo en un lugar que nos ayude a impulsarnos hacia delante para seguir transitando el camino de la vida con todo lo que esta tiene para ofrecernos.
Llenarse de resiliencia para seguir el camino de la vida a pesar de… y no gracias a… De eso se trata la recuperación, de aprender a vivir con la nueva situación cogiendo eso que nos pasó, darle la mano e invitarle a seguir caminando a nuestro lado sabiendo que nos acompañará por siempre, pero no delante obstaculizando el camino.
El dolor forma parte de la vida y es inevitable, pues con esto solo nos queda comprender que de los más grandes dolores se sacan los más grandes aprendizajes.
Abrazo de luz