Aprender a vivir sin ti

¡Feliz entrada al mes de julio queridos lectores! En esta ocasión les escribo sobre un aprendizaje que no todos estamos dispuestos a tomar pero que es necesario para seguir adelante con la vida.

Aprender a vivir sin la persona que amamos es algo que, aunque ya lo hayamos aprendido con alguien, no nos convalida para no volverlo a vivir, pues no se trata de una lección de abecedario donde no cambia la norma, sino de una lección de vida hecha a la medida de un vínculo entre dos personas. Vínculo infinito y eterno a los ojos del amor, pero no a los ojos que admiran la materia de una cara llena de vivencias y expresiones que nos hacen ir de una emoción a otra.

En ocasiones el aprendizaje viene de la mano de la muerte y otras de la mano de caminos diferentes a seguir, en los dos casos la pérdida duele. No solo duele por no poder compartir más momentos con la persona, duele todo lo que ya no será después de ese suceso. Al igual que no perdemos solo a esa persona, nos perdemos a nosotros mismos, porque como dice una canción; “No me enseñaste a vivir sin ti”. Y no aprender a vivir sin esa persona le sigue al hecho de que no hemos aprendido a vivir con nosotros mismos y por eso nos sentimos perdidos.

El aprendizaje del que hablo no tiene que ver con el merecimiento o no de esa pérdida, porque las cosas no suceden para que aprendas, simplemente suceden y cada uno decide si quiere sacar un aprendizaje que le ayude a seguir adelante o prefiere reprobar la materia por el resto de su vida. Y cuando sucede ese caso, seguimos vivos, pero no viviendo, porque lo que no se libera se carga, lo que se carga pesa, lo que pesa cansa y lo que cansa destruye.

Aprender a vivir sin la persona que amamos no es hacerle una fiesta a la vida agradeciendo que ya no está en la nuestra, es hacer honores a lo vivido desde la bendición de haberlo tenido y no desde el dolor de haberlo perdido, pues si tanto dolió, tanto valió. Y no creo que esa valía se resuma en una tristeza infinita que te impida vivir la vida que esa persona ya no puede en caso de pérdida por muerte, o que la valía se resuma en el momento del adiós entre tantos que estuvieron presentes.

Hace un año me regalaron una postal con una frase que dice; “Valiente idea de amar”. ¡Así se ama después de perder! Pues la valentía en este caso no hace referencia a nuestro valor, pero sí al buen amor, porque si nos quedamos viendo el piso hasta el día de nuestra muerte no quiere decir que hayamos amado mucho, sino que hemos amado mal. 

Recuerden mi lema; “El amor no entiende de finales, el amor entiende de amor” y cuando comprendes eso con el corazón en lugar de ponerle mente, te das cuenta de que el único límite entre la persona amada y tú es tu creencia, no la muerte o la distancia.

Aprender a vivir sin nuestro ser querido no viene con un manual de instrucciones estándar, ni con unas horas de curso definidas. Viene con una materia construida desde el primer instante en que las miradas se cruzaron y comenzaron a crear MOMENTOS, esos que se quedan en el corazón, esos que ya ni la muerte se puede llevar porque se vivieron cuando ni ella, ni la distancia estaban atentos.

Vive y siente tu dolor, te invito a que lo experimentes en su totalidad, pero no le cierres la puerta a lo que está por venir, no te quites los zapatos para dejar de caminar por el sendero de tu historia, porque hasta los momentos más amargos de una serie tienen la mayor belleza vista con el corazón. 

Aprender a vivir con lo diferente es una constante, la cuestión es que te preguntes si ves al amor como un esclavo de condiciones concretas o como una libertad de amarse desde cualquier forma, desde cualquier parte. 

Les abrazo inmenso.

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