¡Feliz entrada al mes de agosto queridos lectores! En esta ocasión una fiel lectora y compañera me pidió que hablara de un tema que poco se tiene en cuenta, pero duele enormemente y gestionarlo no es tarea sencilla.
Qué doloroso es sentir la ausencia de alguien que todavía está vivo. Como saben la vida no nos pide permiso para aquello que nos pasa, simplemente pasa porque forma parte de las infinitas posibilidades de estar vivos.
Duele dejar de ser quien se ha sido de la misma manera que duele ver como un ser querido ya no es quien era no porque lo elija, sino por lo dado no pedido de la vida.
Cuando estuve trabajando en el hospital fue donde más me di cuenta de que el dolor de una enfermedad no solo duele al enfermo, también les duele a aquellos que lo aman, aunque cierto es que duele de una forma diferente.
Todos somos alguien, hasta que no somos nada; y aunque dura es esta frase no deja de ser una realidad con la que pocos empatizan.
Las personas que enferman de Alzheimer, demencia o aquellas que sufren una enfermedad que les impide ser quienes eran han tenido la pérdida más dolorosa de todas, la de la salud; y lidiar con eso no es tarea sencilla. Si, además juega en contra no poder controlar nuestros pensamientos o emociones debido al deterioro de dicha enfermedad el mundo se puede venir encima, porque perder la capacidad de decidir por uno mismo y dejar de ser quien se ha sido sin haber tomado la decisión de que así fuera, es una muerte involuntaria de la parte más significativa del ser humano; el libre albedrío. Cuando esto sucede, todo cambia, es como si el mundo se diera la vuelta y tuviéramos que agarrarnos bien fuerte de una barandilla para que la gravedad no nos saque de él. Esa barandilla está creada desde el vínculo del amor que es el que nos sostiene ante la vida, pero no vale solo con sostenerse, hay que seguir avanzando y ahí es donde entran esas personas que nos acompañan en el camino de vida, porque es muy duro ver a quien amas dejar de ser.
Es vital el acompañamiento a la persona afectada directamente pero también muy necesario a los familiares ya que son ellos el bastón que sostendrá este dolor con el que hay que aprender a vivir, pues hay circunstancias en la vida que nunca dejarán de doler, pero sí que se puede aprender a vivir con ella de una forma en la que pese más el amor que el dolor. Compensar la balanza no es tan sencillo como colocar el dolor de un lado y el amor del otro, es algo más profundo que se escapa de esa parte material del día a día, del hacer cotidiano y de un mundo que nos tiene constantemente distraídos de lo importante; el amor. Ese amor que aún y con el dolor de lo perdido permanece intacto.
Y desde ese amor es que quiero dejarles un texto personal que escribí hace un tiempo inspirado en mi madre, y que habla de todo eso que falta después de la enfermedad y de todo eso que queda aún y cuando la muerte se presente en cualquier forma.
TE VEO
Te veo en cada pensamiento, porque al cerrar los ojos mi imaginación abre paso a mis deseos.
Te veo en cada sentimiento, ya que estos me recuerdan a tu forma de sentir la vida.
Te veo en caras desconocidas porque tu esencia me acompaña en cualquier tiempo y forma.
Te veo en situaciones difíciles, ya que soy capaz de recordar tus valiosos consejos.
Te veo en la felicidad, porque tú eras y seguirás siendo una representación de la misma desde el estado en el que te encuentres.
Te veo en mis días tristes, ya que no olvido que tu sonrisa era de esas que iluminaban una habitación al entrar.
Te veo en el espejo, porque me dejaste lo más hermoso, tu viva imagen en mi rostro.
Te veo en las estrellas, ya que me recuerda que en el camino siempre habrá una luz que me guíe.
Te veo en la luna, porque al mirarla me recuerda tu grandeza.
Te veo a pesar de no verte…
Y eso es lo que te mantiene viva, porque mi amor por ti es tan inmenso que ni la muerte pudo matarlo.
Por eso te veo mi ser de luz; te veo mamá.
No dejes de ver a tu ser querido, porque si solo lo miras encontrarás lo mismo que el resto, pero si lo ves de verdad con la grandeza de tu corazón y el amor tan inmenso que hay en ti, te darás cuenta de que ni la enfermedad ni la muerte pueden robarte el más valioso tesoro.
Les envío un abrazo inmenso.