Día de honrarlos

Feliz entrada al mes de noviembre queridos lectores, una vez más es un gusto para mí escribir un poco de Tanatología para la vida, para ir un día a la vez en la historia que le toca a cada uno. Llena de dolor, pero también llena de mucho amor.

AMOR, el ingrediente de vida que siempre hará que el dolor pese menos y así poder seguir caminando por el sendero descubriendo todas las experiencias que nos quedan por vivir. 

Este mes de noviembre se celebra el día de difuntos o como dicen en México; día de muertos. Me encanta la forma en la que lo celebran en ese país, pues si bien es cierto que a la hora de la verdad les cuesta asumir la muerte a pesar de hacer chiste de ella, también es cierto que lo celebran desde lo más importante que es honrar a quien ya no está, y no se puede honrar a alguien desde la tristeza por haberlo perdido, sino desde la bendición de haberlo tenido y todas las experiencias compartidas.

Aquí en nuestro país, el día de difuntos por norma general se convierte en un día triste, en la que recordar al ser querido que ya partió de este plano viene de la mano de la inmensa tristeza, y esto es comprensible cuando la pérdida ha sido reciente y aún no hemos tenido tiempo para trabajar el duelo y abrazar el dolor. En este día se suelen ir a ver las tumbas o ese lugar especial que nos conecta a esa persona, pero no todos tenemos ese lugar especial o esa tumba porque en casos de desaparición por ejemplo, donde no se haya un cuerpo todo queda inconcluso.

Así que “no se trata de ir a ver a nuestro ser querido, se trata de honrarlo” porque ya no lo podemos ver. Y la mejor forma es hacerlo desde el amor infinito y eterno, ese que ni siquiera la muerte se puede llevar.

Recuerden mi lema “El amor no entiende de finales, el amor entiende de amor”, entonces ¿Por qué quedarnos en el dolor de la pérdida? ¿Acaso todo lo compartido en vida con esa persona ya no vale? Les diré que, “si tanto dolió, tanto valió” y quedarnos viendo el piso lo que nos resta de vida no habla de cuánto amamos, sino de cómo. Estar para siempre triste por la muerte de nuestro ser querido no quiere decir que amamos mucho, sino que amamos mal, pues si lloramos porque alguien perdió la vida y ahí se acabó su camino, ¿Qué derecho tenemos nosotros a desperdiciar la nuestra en nombre del amor?

He aquí ahora la gran verdad que todos sabemos pero para la que no estamos preparados; “todos vamos a morir”, en algún momento sucederá pero no tenemos fecha de caducidad marcada que nos indique cuánto tiempo nos queda. Así que vive como si fueras a morir mañana, pero no desde querer hacer todas las cosas mundanas a tiempo, sino de vivir desde el corazón.

Honra a tu ser querido después de su muerte pero también durante su vida, pues no hay mayor paz que la que viene de la mano de la satisfacción del deber cumplido, y no hablo del “deber obligado”, sino desde el “deber del corazón”, ese que siempre te indica el camino a seguir antes que tu mente.

No vayan a ver a los muertos, vayan a honrarlos porque ellos merecen ser recordados por quienes fueron y no por cuándo y cómo murieron, y vayan a ver a los vivos porque ellos merecen ser amados en vida y no llorados en muerte por lo que resta de la nuestra.

Les envío un abrazo inmenso.

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