Las pérdidas forman parte de la vida pero aunque así sea debemos elaborar nuestro proceso de duelo que nos ayudará a adaptarnos a la nueva situación.
Este consta de cinco etapas según el modelo de Elisabeth Kübler-Ross:
NEGACIÓN
En esta etapa se responde ante la noticia de la pérdida negando lo ocurrido, rechazando la realidad y queriendo alejar el dolor que produce. Nadie está preparado para afrontar la pérdida y esa es nuestra respuesta ante ella. Incluso aquí se nombra la frase de “No puedo creer que….” , siendo una realidad difícil de asumir.
En este caso la función de esta etapa es la de amortiguar el dolor que nos produce dicha pérdida.
La negación no debe perdurar en el tiempo ya que nos sirve simplemente para frenar el impacto e iniciar nuestro duelo.
Por la mente pasarán muchísimas opciones a imaginar para huir del hecho real , intentando transformar la realidad de una forma que se pueda tolerar dejando entrar solo lo que somos capaces de soportar para sobrevivir a este hecho.
Y no se trata de olvidar o hacer como si no hubiese pasado, se trata de aprender a vivir con la pérdida.
Sabremos que esta etapa se aleja cuando va siendo sustituida por la realidad e intentamos encontrar una explicación a lo sucedido haciéndonos preguntas de ¿Cómo? y ¿Por qué?
Entender este como un proceso normal es muy importante a la hora de dejarlo fluir y seguir nuestro camino hacia la sanación.
IRA
En esta etapa destaca el “darnos cuenta”, el despertar ante la realidad y ahí es cuando se desata esa rabia, ese enfado hacia todo y todos, incluyéndonos.
El dolor es tan grande que llegamos a pensar en lo injusto de la existencia y nos preguntamos ¿Por qué a mi?. Empezamos a decirnos “Podía haberlo evitado” , “Y si…”, etc.
Es bueno entender que la ira a pesar de presentarse de una forma poco asertiva, es parte de nuestro repertorio emocional y debemos aceptarla ya que nos ayudará a sacar el dolor.
La ira no tiene límites, llega incluso a hacer que nuestra fe se tambalee, sentimos que nos quitan lo más querido y nos sentimos decepcionados.
Tenemos asumido que si somos buenas personas no nos ocurrirán cosas malas, y de ahí que en esta etapa entremos en confusión y arremetamos contra todo lo que podamos en busca de respuestas.
Es camuflaje de un gran dolor y a las personas que nos rodean nuestra ira puede parecerles desproporcionada, inadecuada, dura…. pero es importante que quién nos acompaña entienda que forma parte del proceso.
Permítete que esa ira te ayude a soltar el dolor, desahogate sin hacerte daño ni hacérselo a los demás.Hacer cualquier tipo de ejercicio ayuda a exteriorizarla de una manera sana.
Aquí también aparece la culpa, que es la ira vuelta contra nosotros, pero no tenemos culpa de las pérdidas, nada dura para siempre y si pudiéramos cambiar las cosas lo haríamos pero muchas no dependen de nosotros y en estos casos solo nos queda soltar con amor y hacernos responsables de nuestra parte.
NEGOCIACIÓN
En esta etapa negociamos cualquier cosa para que lo que sucedió cambie y no perder lo que tanto amamos.
Una vez que la pérdida se da, entramos en un bucle donde lo único que hacemos es decirnos “Ojala…” , ¿Y si…?. Deseamos con todas nuestras fuerzas poder dar marcha atrás en el tiempo y que todo vuelva a ser como era antes.
Si bien en la etapa de ira aparece la culpa, aquí también lo hace en el momento en que nos criticamos y juzgamos por lo que podríamos haber hecho y no hicimos.
Llegamos a intentar pactar con el dolor para no sentirlo, con la divinidad para que nos devuelva lo que perdimos a cambio de lo que sea.
La negociación nos ayuda a buscar sentido dentro de todo este caos pactando de diferentes formas en cada tipo de situación, puede ser antes de la pérdida o después de ella.
DEPRESIÓN
Aquí se abre el comienzo hacia la aceptación y esto trae consigo sentimientos de vacío, dolor y miedo ante la situación que se viene y a todos los cambios que trae. Entramos a un nivel muy profundo incluso cabe pensar que esta etapa depresiva durará para siempre, pero no es cierto.
Algo muy importante a saber es que el término “depresión” en este caso no es síntoma de enfermedad, sino que es la respuesta ante una gran pérdida.
Percibimos que la vida no tiene sentido, no nos apetece ni levantarnos y cualquier cosa que debamos hacer se hará un mundo, podemos estar sin apetito, de mal humor o inmersos en una profunda tristeza hasta el punto de pasarse las horas sin darnos ni cuenta.
En estos casos nuestros seres queridos llegan a preocuparse intentando por todos los medios sacarnos de esta situación, para ellos no es lógico y su mayor deseo es vernos felices, pero es absolutamente normal sentirse deprimido.
Lo ideal es que dejemos ser a esta depresión, que el dolor y el vacío lo toquemos tan hondo que nos empuje a renacer. Cuando nos damos el permiso de sentir sin huir, será en ese momento cuando desaparecerá todo.
Tengamos en cuenta que el dolor es como el miedo, para superarlo hay que hacer eso que tanto miedo nos da, pues en este caso hay que sentir el dolor para que se vaya.
ACEPTACIÓN
En la aceptación empezamos a comprender que las pérdidas forman parte de la vida.
Eso no significa que superemos esa pérdida, pero si aprendemos a vivir con ella.
La curación de nuestro duelo radica en poder recordar desde el amor todo lo bueno que vivímos antes del suceso y quedarnos con lo lindo de cada momento.
Iniciamos un proceso de reintegración a las nuevas circunstancias de vida y es posible que encontremos resistencias, pero poco a poco iremos entendiendo que debemos seguir viviendo, que nuestro camino continúa.
Hay que saber que jamás podremos olvidarnos ni de esa pérdida, ni de cómo sucedió todo, pero si encontraremos la forma de vivir con eso sin que nos cause sufrimiento por el resto de nuestra vida.
Algo vital en nuestra elaboración de duelo es darnos cuenta que sólo nosotros nos sostenemos, nadie por mucho que nos diga o haga podrá hacer que salgamos adelante, depende exclusivamente de nosotros aprender a vivir la vida tal y como viene, por eso aquí en todo nuestro proceso es importante que nos cuidemos, nos alimentemos bien, nos demos amor, realicemos cosas que nos gusten, lloremos para limpiar el alma y sonriamos para regenerarla.
Demos permiso a la vida para mostrarnos el camino, dejándola ser y fluyendo con cada página de nuestra historia.
Antes de acabar quiero explicarles que las etapas de duelo son reacciones emocionales que tenemos ante la pérdida y no tienen porque llevar un orden ni un tiempo determinado, podemos pasar de una etapa a otra y retornar a la anterior. No existe una forma lineal de vivir el proceso de duelo.