EL29REVISTA

“El amor siempre le gana al dolor”, somos nosotros los que nos aferramos al dolor creyendo que todo se acaba con la muerte, y les diré que la muerte solo acaba con el traje que llevamos puesto, con nuestra apariencia física pero con nada más.

Así que “no se trata de ir a ver a nuestro ser querido, se trata de honrarlo” porque ya no lo podemos ver. Y la mejor forma es hacerlo desde el amor infinito y eterno, ese que ni siquiera la muerte se puede llevar.

Los primeros meses después de la muerte nos ayuda y reconforta estar rodeado de las pertenencias de esa persona. Primeramente, resulta un alivio para el alma porque sentimos como si aún no se hubiera ido, pero a medida que va pasando el tiempo debemos ir dando pasos que nos acerquen más al amor de lo vivido y no al dolor de lo perdido. 

Se suele decir que las mayores oportunidades siempre nacen de las grandes crisis y es que sin crisis no hay crecimiento, porque la comodidad forma parte de la rutina y se vuelve costumbre quedarse en el mismo lugar por demasiado tiempo.

Duele dejar de ser quien se ha sido de la misma manera que duele ver como un ser querido ya no es quien era no porque lo elija, sino por lo dado no pedido de la vida.

Aprender a vivir sin la persona que amamos no es hacerle una fiesta a la vida agradeciendo que ya no está en la nuestra, es hacer honores a lo vivido desde la bendición de haberlo tenido y no desde el dolor de haberlo perdido, pues si tanto dolió, tanto valió.